Antes que sucesor de Pedro y representante de
Cristo en la Tierra, Jorge Bergoglio fue profesor de Literatura en Buenos
Aires. Y a fe que sus enseñanzas y su pasión por los libros no quedaron
relegadas por la teología ni por sus labores de jerarca eclesiástico. Diversos
autores, y sobre todo los clásicos con tendencia trágica, le acompañan a menudo
en la mesilla de noche, como ha reconocido él mismo. El Quijote es uno de sus
títulos de cabecera y por eso ayer los directores de la Real
Academia y del Instituto Cervantes, Darío
Villanueva y Víctor García de la Concha, respectivamente, se lo
llevaron como regalo al Vaticano, donde el Papa les recibió en
audiencia privada en la biblioteca del Palacio Apostólico.
Les acompañó el catedrático y
académico Francisco Rico, a quien no han pasado por alto las citas que el
Pontífice ha dedicado a Cervantes en alguna intervención. “Lo hacía de forma
natural, espontánea, señal de que conoce la obra en profundidad”, asegura el
académico. Autor de algunos de los más relevantes estudios sobre la novela de
Cervantes, Rico le escribió y el Papa le contestó. “No solo me lo agradecía,
sino que me daba su bendición, algo que valoro, porque me hace mucha falta”,
apunta.
La cita que puso a Rico en la pista de la
afición papal al Quijote fue el pasaje que el
hidalgo dedica a la Historia hablando con el bachiller Carrasco: “Los niños la
traen en las manos, los jóvenes la leen, los adultos la entienden, los viejos
la elogian”. En una entrevista con el diario L’Osservatore Romano, el Papa
aseguró que dicha frase suponía “una buena definición de lo que son los
clásicos”.
Ello sirvió para que, en el año del cuarto
centenario de la muerte de Cervantes, Rico propusiera a los directores de la
Academia y del Cervantes que pidiesen una audiencia para regalarle a
Francisco la edición especial del Quijote que ha preparado la
RAE y, de paso, sensibilizarle ante el 400º aniversario. “Le hemos pedido que
aproveche esta celebración para animar a su lectura y reivindicar la figura de
Cervantes, como buen católico que fue. A Shakespeare no hace falta que lo
defienda, porque, según parece, aunque no está claro, pasó por protestante”,
ironiza Rico.
Para animar a la lectura del Quijote, Bergoglio les
confesó que con sus alumnos del colegio de la Inmaculada Concepción, de Santa
Fe, usaba a Calixto y Melibea para que se enganchasen a los clásicos. Se
trataba de una obra “más picante”, dijo. Aunque, antes que a cualquier otro
autor, los jóvenes porteños preferían que les leyera poemas de Lorca, según
precisó a L’Osservatore Romano.
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